viernes, 18 de noviembre de 2011

Estos son nuestros principios, si no les gustan tenemos otros...

Después de realizar una profunda indagación a numerosos autores que expresan su noción sobre nuestro tema de investigación (véase T. Veblen, D. Riesman, N. Anderson, R. Sue, N. Elías y E. Dunning), en concreto, sobre la Sociología del Ocio, hemos centrado nuestro marco teórico fundamentalmente en dos pensadores: Paul Lafargue y Joffre Dumazedier. Éstos, a su vez, los hemos relacionado con otros grandes intelectuales como pueden ser Karl Marx y Max Weber.

El pensador Lafargue nos pareció interesante incluirlo porque hacía una magistral visión sobre el ocio y, quizás, podemos enmarcarlo como uno de los primeros autores que hablan sobre el tiempo libre. Todo ello sin perder de vista el contexto social de la época en la que realizó sus pensamientos: el movimiento obrero de mitad del siglo XIX. Por su parte, Dumazedier también efectuó su particular definición sobre el ocio y su correspondiente clasificación, que debido a su aproximación con nuestro tema de investigación, también lo utilizaremos para secundar nuestro marco teórico.
Lafargue escribió "El derecho a la pereza" en Londres en el año 1880, siendo publicado poco después en el periódico francés “L'egalité” y, distribuido como folleto, en 1883. Cabe destacar que este trabajo obtuvo un gran impacto en los círculos intelectuales del movimiento obrero europeo, ya que era un texto en el que dominaba la ironía, la paradoja y el carácter abiertamente polémico. Lafargue inicia su panfleto irónicamente como antítesis del "Manifiesto del Partido Comunista", obra de su suegro Karl Marx. Una de las reflexiones que ha estado siempre presente en su discurso era la de imaginar cómo debía ser el comportamiento de las personas una vez superado el capitalismo y, en una sociedad libre, cuáles eran los valores o el modo de vida que debía imponerse. Según su apreciación, no existía ninguna necesidad humana que no debiera ser satisfecha, siendo exactamente éstas las cuestiones sobre las que versa su libro.

Para este autor, las sociedades capitalistas se crean entorno a la sacralización del trabajo y, por ello, hay que superar este sentimiento e instaurar el culto al ocio, desarrollando los mecanismos que verdaderamente nos llevan a una plenitud personal. Defiende que el proletariado vive dominado por la necesidad, donde las sociedades industrializadas pecan de sobreproducción, en su idea inventada de producir cada vez más y más, cuando en realidad no es necesario para sobrevivir. Los avances tecnológicos, con la aparición de las máquinas, también son elementos que deben ayudar a liberar al ser humano de sus ocupaciones, no sólo para oprimirlo. Paul Lafargue alentó con este pequeño libro todo un pensamiento que, sin dejar de ser revolucionario, ponía el acento en la necesidad que tenían los individuos de desarrollarse intelectualmente para ser libres y, frente a las reivindicaciones del derecho al trabajo, él clamaba por una sociedad donde fueran otros los valores que se instauraran. Este pensamiento se puede ver reflejado en una de sus frases más célebres: “Al día siguiente de la revolución habrá que pensar en divertirse”.

Las ideas de Lafargue de "desarrollarse intelectualmente, el divertimento o la antisacralización del trabajo" van muy en consonancia con la definición que realiza Dumazedier sobre el ocio ("Hacia una civilización del ocio", 1964): "El ocio es un conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede dedicarse voluntariamente, sea para descansar o para divertirse, o para desarrollar su formación o formación desinteresada, su voluntaria participación social o su libre capacidad creadora, cuando se ha liberado de sus obligaciones profesionales o sociales".
Pero para poder seguir hablando detalladamente sobre el ocio, debemos tener en cuenta tres funciones básicas del mismo (Dumazedier, 1964):
              1) El descanso: que nos protege de la fatiga y de la tensión nerviosa producida por el desasosiego derivado de las obligaciones cotidianas y, en particular, del trabajo. Posteriormente añadiría el poder de recuperación u ocasión de holganza.
              2) La diversión: que nos libera del aburrimiento y de la monotonía de las tareas rutinarias del trabajador en la fábrica o en la oficina. En su segunda etapa, lo complementaría con la idea de "liberarse del aburrimiento cotidiano debido a las tareas parcelarias y repetitivas abriendo el universo real o imaginario de la diversión autorizada o prohibida por la sociedad".
              3) El desarrollo de la personalidad: que nos libera de los automatismos del pensamiento y de la acción cotidiana o, como defendió más tarde, "abriendo la vía de una libre superación de sí mismo y de una liberación del poder creador, en contradicción o armonía con los valores dominantes de la civilización".

Esta clasificación es muy similar a la que aportó el sociólogo Max Weber, quien consideraba que las funciones más importantes del tiempo libre eran: la regeneración, la compensación y la ideación. Debemos señalar que para este pensador la regeneración o recuperación de las energías corporales y anímicas es la más importante por ser absolutamente necesaria. Puede ser pasiva, cuando el cansancio es total como el sueño y el reposo, o activa, en forma de juegos, excursiones, trabajos de jardinería, etc. Por su parte, la compensación consiste en el equilibrio de las frustraciones mediante la superación de las dificultades o, indirectamente, con una sustitución de los anhelos no satisfechos. Y, por último, la ideación es el ocio contemplativo, posible sólo en el tiempo libre del trabajo.
Para terminar destacamos, debido a su gran significación, las cuatro características básicas que tiene el ocio (según el autor Dumazeider):
            1) El ocio es liberatorio, en relación con el trabajo y demás obligaciones básicas de carácter primario. Es de libre elección, pero si por algún motivo se convierte en obligación, deja de ser ocioso.
             2) El ocio es gratuito, no obedece a ningún fin, sea lucrativo, utilitario o ideológico.
            3) El ocio es hedonístico, se orienta siempre hacia la búsqueda de la satisfacción personal, tomado como fin en sí mismo.
            4) El ocio es personal, atiende siempre a grandes necesidades individuales, es decir, de liberarse de la fatiga, de las rutinas y de los estereotipos sociales impuestos. 


http://www.museodeljuego.org/_xmedia/contenidos/0000000644/docu1.pdf
http://web.mac.com/rmendia/mendia/Hemeroteca_files/IS19918343350.pdf
             

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